Arte rupestre y pigmentos en el desierto de Atacama

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Los primeros testimonios relacionados con el uso de materias colorantes se remontan a aproximadamente 450.000 años. No obstante, hace 150.000 años estas se vuelven más común al participar de ritos fúnebres, hallarse como materias primas con evidencias de su uso para funciones aún indeterminadas, entre las que se propone el tratamiento de cuero, la pintura corporal o prácticas rituales. Durante el Paleolítico superior, el uso de pigmentos minerales se amplía a la producción del arte rupestre como ha sido demostrado en diversos sitios del Sudeste Asiático y de Europa. 

El rojo es hasta ahora el color más antiguo y, sin dudas, el más usado. Sin embargo, junto al negro y blanco, compone la triada de colores más empleada en las pinturas rupestres registradas en distintas regiones del mundo. En el desierto de Atacama del norte de Chile, las representaciones pintadas hasta ahora conocidas exhiben una paleta de colores poco usual, identificándose 20 colores, a partir del sistema Pantone©, entre ellos, variedades de rojo, amarillo, naranjo, violeta, azul y verde. 

Esta paleta cromática evidencia un manejo excepcionalmente amplio de secuencias de producción (o cadenas operativas) relacionadas con la obtención de las distintas materias primas, las que podían obtenerse directamente o vía intercambio. Luego, estas eran procesadas, molidas y mezcladas a otros compuestos, por ejemplo, aglutinantes como el agua, grasa o resina, también arcillas para modificar sus propiedades o aumentar su cantidad, según diferentes procedimientos procurando además la obtención del color y tono deseado. El arte de preparar colores conlleva conocimientos particulares, saberes y decisiones que debieron ser pensados previa la preparación de la pintura.

En las pinturas rupestres del desierto de Atacama del norte de Chile, la paleta de color empleada fue elaborada con base en un amplio espectro de minerales: el rojo a partir de óxidos de hierro (hematita), a veces combinados con arcillas, al igual que el amarillo que pudo obtenerse desde óxidos de hierro (goetita) o sulfatos de hierro (jarosita). El negro identificado fue elaborado en base a carbón, aunque más al norte en la región del extremo norte de Chile se identifica el uso de diversos óxidos de manganeso. El blanco fue logrado con el uso de aluminosilicatos, posiblemente arcillas, o yeso. Una particularidad del norte de Chile refiere a la producción de colores verde y azules a partir de minerales de cobre (óxidos, cloruros o sulfatos de cobre).

En esta región, el color rojo resulta, sin dudas, el más común, tanto para representaciones humanas, animales como geométricos. La policromía, en cambio, destaca particularmente en el vestuario de las figuras antropomorfas y, en particular, las del llamado estilo Confluencia y Cueva Blanca, adscritas al período Formativo (2.500 a.C.- 900 d.C.). Algunos ejemplos asociados a tiempos tardíos (1.450-1.550 d.C.) son también policromas, demostrando que las tecnologías pigmentarias locales fueron muy valoradas por el Inca. Además de controlar la producción de pigmentos minerales y su circulación, la práctica rupestre del período tardío integró y reprodujo las prácticas y conocimientos materiales de las comunidades del desierto interior para su producción visual.

Hoy, más allá de estudiar y analizar la materialidad del color, se trata también de investigar y comprender las interacciones color/paisaje y color/percepción de modo de comprender cómo el uso de determinados colores y tonos pudo afectar su percepción de acuerdo al emplazamiento, condiciones de luz, visibilidad, orientación, tamaño de motivos pintados, entre otros atributos, y su relación con el cuerpo en el espacio.  

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