Podemos hablar del dibujo como una disciplina artística, así lo entendí cuando comencé a estudiar artes visuales en la universidad. Pero también lo podemos entender como una herramienta de ubicación cuando le hacemos un mapa a alguien, o como un juego cuando somos niños y simplemente inventamos algo, o como una ayuda memoria para quien quiere recordar una idea con un garabato.
La capacidad, y quizás necesidad, de crear imágenes y de representar el mundo es una característica que al parecer nos ha acompañado desde nuestros inicios como humanidad. El dibujo nos ha permitido comunicarnos, ubicarnos en el espacio, proyectar ideas, crear símbolos, difundir conocimientos, entre otras muchas funciones.
Quienes trabajamos con el dibujo sabemos que la acción de dibujar es desafiante, tenemos que traducir una información, ya sea algo que observamos, recordamos o imaginamos. Y también sabemos que esta habilidad se desarrolla con el tiempo y que no depende de un don o un talento, al menos a esa conclusión he llegado después de varios años dedicado a la enseñanza del dibujo.
Cuando hago clases de dibujo recurro siempre a la misma idea: aprender a dibujar no es sólo una destreza o entrenamiento manual, sino también el entrenamiento de nuestra percepción. Para desarrollarnos como dibujantes tenemos que aprender a observar. Me refiero a prestar atención a los contornos, las distancias, los tamaños y las formas, distinguir y comprender tanto la figura como el fondo, reconocer las luces, sombras y colores de una imagen, entre otras cosas. Lo que sucede cuando trabajamos nuestra percepción de esta manera es que comenzamos a ver otros elementos en las imágenes, elementos y estructuras, que parecían ocultos, pero que, con la práctica, comienzan a ser cada vez más evidentes. Dibujar y observar tienen un vínculo estrecho.
Al analizar imágenes artísticas como pinturas, dibujos, ilustraciones, escenas de films, muchas veces nos aproximamos desde una mirada compositiva, es decir observamos el uso del color, la disposición de los elementos, la distribución de los pesos visuales, el uso de líneas de dirección o movimiento, entre otras cosas. Tanto las representaciones figurativas como las abstractas poseen estos elementos que subyacen en las imágenes. El dibujo nos permite observar y analizar estos elementos y estructuras. Aprender a dibujar requiere comprender, a veces más intuitivamente, el uso de estos elementos para crear u observar una imagen.
Algo pasa cuando estamos dibujando y en un momento decidimos parar ya que creemos que la imagen está completa. Algo intuimos, algo observamos, algo se completa. A veces este momento no es tan claro y damos vueltas y vueltas añadiendo o sacando algo de nuestra imagen para sentir que está realmente “lista”. La imagen es un todo, con sus líneas de contorno, con sus formas negativas, con su soporte material y/o contexto. Pienso que esa intuición va más allá de un gusto personal o un estilo y tiene más que ver con nuestra percepción de las formas y otros elementos visuales en el espacio.
Estas ideas sobre la percepción y uso de elementos visuales las podemos utilizar para aproximarnos a todo tipo de representaciones. Tomaré como ejemplo una pintura rupestre del estilo Confluencia ubicada en la cuenca del río Salado en Antofagasta (Alero los Danzantes) y me concentraré en el grupo de figuras humanas que están ubicadas en la parte superior de este panel (Figura 1 y 2).
Tuvimos la oportunidad de ver esta pintura en vivo gracias a Juan Orellana, profesor de la Escuela San Francisco de Chiu Chiu, quien nos mostró diferentes sitios arqueológicos del lugar. Al leer e interpretar esta imagen reconocemos un conjunto de figuras humanas con ciertos elementos distintivos que podemos asociar a faldellines, penachos de plumas y posibles elementos de caza (estólicas y dardos). En diferentes pinturas del estilo Confluencia encontramos este tema de la caza por rodeo (chaco o chaqu) y por lo mismo es posible distinguir ciertos elementos y asociarlos a ideas.
Cuando vi esta pintura me pareció fascinante, algo me atrajo a ella de manera especial. Primero observé los trazos que dejó un posible pincel en la pared rocosa, huellas muy delicadas con formas alargadas y curvas. El conjunto de la imagen me pareció coherente, pensado y ejecutado como un todo. Con mi mirada desde el dibujo me propuse analizar cuáles son algunos de estos elementos “invisibles” que están en la pintura, es decir cuáles son los flujos de direcciones, movimientos, ritmos, tensiones y distribuciones presentes en esta composición. Digo elementos invisibles porque si bien estos elementos, por ejemplo una línea de dirección, no están necesariamente representados con pintura, si subyacen en la imagen, sostienen la composición y proponen una lectura para nuestro ojo.
Si observamos la disposición de las figuras podemos reconocer que los personajes de arriba están mirando y en aparente movimiento hacia la derecha, y que el conjunto de abajo apunta hacia la izquierda (Figura 3). Sumado a las curvas y sugerencia espacial podemos asociar esta disposición a un círculo. La secuencia de los rostros y cuerpos establecen una dirección y movimiento (Figura 4) y la forma de las piernas genera un ritmo visual que acompaña y potencia estas direcciones (Figura 5 y 6). Si trazamos una línea eje de los cuerpos (Figura 7) también distinguimos una secuencia rítmica donde los ejes se van desplazando poco a poco y en coherencia con las direcciones anteriormente mencionadas.
Estos elementos me hacen pensar en la idea de ritmo, flujo, armonía, totalidad. Además creo que es interesante experimentar otras formas de visualizar estas manifestaciones a partir del análisis de estos elementos, por ejemplo la idea de movimiento y dirección (Figura 8 y 9). Al realizar estos ejercicios y experimentos, el mismo proceso me levanta preguntas ¿Qué tipo de movimiento se quiere representar/comunicar con estas decisiones? ¿Estas decisiones compositivas fueron intuitivas o premeditadas?
En este sentido el dibujo es una herramienta para representar y registrar esta pintura, pero también es una forma de analizar esta manifestación. A partir de las operaciones del dibujo, podemos explorar ritmos visuales, aspectos compositivos, tensiones o líneas fuerzas presentes en la imagen. Y el dibujo no sólo nos permite observar estos aspectos de la pintura en sí misma, sino que también nos permite visualizar su relación con su entorno y contexto donde se realizaron estas pinturas: grietas, formas de las rocas, tamaños y volúmenes de estas paredes.
Me pregunto si algunos de estos elementos, como los ritmos, las tensiones, la simetría, la distorsión de los tamaños, el uso de líneas de dirección, entre otros, serán elementos que ayudan a comunicar mejor una idea. Y en ese caso ¿cómo aprendimos a usar estos recursos? ¿Estos elementos visuales son propios de la percepción humana? ¿Qué nuevos conocimientos se podrían desprender de estos análisis?
El cruce entre prácticas artísticas y ciencias abre un campo de exploración riquísimo para aportar en relación a estas preguntas.